El fin de semana, mi espalda lo atestigua, finalmente hemos movido todos los muebles del cuarto de visitas y del «Chill» a la terraza. Ahora toca pensar que hacemos con esto.
A ver, debería explicar…
A esta casa llegamos hace tres años. La alquilé justo antes de casarme y de que Itzel se viniera a vivir así que pareció buena idea en el momento alquilarla con muebles.
Al año fue claro que los muebles y la distribución no eran los ideales pero mudarnos era impensable y el casero dejó claro lo que pensaba de nuestra idea de cambiar los muebles: «Por mí haced lo que querráis, pero ahí habían tres sofás y cuando os vayais habrán tres sofás».
La solución fue deshabilitar uno de los dos cuartos adicionales y utilizarlo de trastero. Este paso a conocerse como «El Chill» (por unas cortinas que pusimos separándolo) y en él vivieron por casi dos años 3 sofás, dos mesas, 3 sillones e incontables cuadros, jarrones, cajas y cojines.
Desde que supimos que estábamos embarazados supimos que esta configuración tendría que irse, pero los problemas no habían cambiado, se habían incrementado. La condición de mantener los muebles permanecía.
Al haber pasado el segundo trimestre quedó claro que no podíamos posponer más y con la excusa de saber que probablemente sea niña decidimos reorganizar esto.
Uno de los sofás; roto, raído y color amarillo mostaza vieja; se va directamente al contenedor de muebles cuando venga por la calle. Todos los demás muebles han encontrado un nuevo hogar en la terraza, en dos grandes montañas cubiertas con esos plásticos azules que usan los trailers y un buen montón de cuerda y todos los nudos de boy-scout que he podido recordar.
Tengo que montar fotos, porque es difícil de explicar. Ahora mismo mi terraza parece una construcción abandonada por vacaciones.
El punto es que ahora tenemos dos cuartos libres. Uno de ellos será el cuarto de la nena y el otro lo más parecido a un cuarto de visitas. Ahora toca pensar en muebles.
Y pensar en nuevos muebles no es fácil para alguien con la capacidad de distracción de un pez dorado… Todo lo quiero y no puedo evitar fijarme en lo brillante (o, en este caso, lo caro).
Y bueno, es el primer hijo. Nunca tienes idea, siempre quieres lo mejor e invariablemente compras de más. Eso me dicen y me lo creo porque casi tenía la tarjeta de crédito lista el otro día para comprar cuatro cunas juntas.
Va a ser entretenido.
Cualquier sugerencia es bienvenida… No tengo ni idea qué hacer con esos dos espacios.