La maldición de los procesos

Algunos eventos recientes en la oficina me han hecho recordar un texto que leí hace algunos años y que desde entonces no he podido tener presente cada vez que en una reunión surge la frase «Lo que deberíamos hacer es un proceso que…». Los que me han visto en estas reuniones están acostumbrados a verme mirar al cielo, suspirar y empezar a dibujar en mi cuaderno.

Los procesos son reacciones naturales a la estupidez pasada. Cuando era Director de Tecnología de una empresa de páginas web me di cuenta que en las reuniones de equipo sólo hablabamos de procesos cuando queríamos evitar hablar de la gente. «Necesitamos un proceso que asegure que los clientes no reciben diseños a medias» es decir en código que «Greg la cagó». El problema, claro, es que aún así los procesos se implementan, lo que significa que todo un mundo poco a poco se forma alrededor de evitar los errores más triviales de empleados mediocres que, a su vez, se refleja en que los buenos empleados no pueden mejorar su propio trabajo porque ellos también tienen que rellenar «El Formato Diseñado Para Evitar que Hagas el Error Estúpido que Un Tipo Cometió Hace Tres Años».

Wikis, Grafitti, and Process, Clay Shirky, 26/08/2003

En corporaciones grandes este problema se ve acentuado por la bienintencionada pero errónea intención de evitar que el error de hoy lo cometa un empleado diferente cuando se haga una «reorganización» del personal. Los equipos de calidad han caído especialmente profundo en este juego fácil (en mi empresa hay una compañía que ha recibido tantos nuevos procesos para «optimizar el proceso» que ahora toma más del doble de tiempo y hay cuatro veces más posibilidades de fallo. Se han creado procesos para controlar los procesos. ¡Metaprocesos!).
A lo mejor sueno cínico. No sé. Cuando pienso todo lo que me dejo en la cabeza sin escribir porque si empiezo no terminaría me pregunto si no llevo demasiado tiempo en este ambiente y empieza tal vez a afectarme negativamente.

Hm… Algo a ponderar.

2 comments

  1. Entre el de «échale mas cemento» y el post de hoy me estás dejando sin opciones. Ahora no me queda más que encomendarme a San Dogbert para que mediante su intervención divina se resuelvan los problemas de mi empresa.

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