¿Qué es lo que le hace seguir creyendo a los ejecutivos de televisoras que la gente es tan inepta que necesita que le digan donde está el chiste para que se ría?
Uno pensaría que despues de medio siglo una muleta de la televisión ya habría podido tirarse y que los cómicos pudieran sobrevivir en la confianza de que si dicen algo chistoso la gente se dará cuenta. A los Simpsons parece haberles funcionado, por lo menos. Y llevan mas de 10 años transmitiendo.
Di NO a las risas grabadas. Cada vez que escuchas una en un programa te están considerando retrasado mental.
La referencia a Los Simpsons no es tan inconexa como aparece. Los Simpsons es uno de los pocos programas de comedia en EEUU (y en sus retransmisiones en otros países) que no contiene risas grabadas. En el pasado incluso programas de dibujos animados (Scooby-Doo, Los Picapiedra) contenían risas grabadas y en la actualidad la mayoría de los programas de comedia situacional (Sitcoms, en inglés) los tienen.
¿Queréis algo de historia? Aquí la tenéis (que no se diga que no educamos en este lugar):
La pista de risas (o Laugh Track) empezó en programas de radio. Al actualizarse las tecnologías y volverse un artículo de comodidad, la radio perdió casi todo el caché que tenía antes de los años 40 del siglo pasado y los programas dejaron de transmitirse con audiencia en vivo. Dado que se sintió que si no se oía risa de la gente de fondo se empezaron a usar risas grabadas porque, al ser la radio un medio de audio nada más ¿quién se daría cuenta?.
En 1950 se utilizó por primera vez una pista de risas en un programa de televisión y aunque el programa como tal no causó tanto impacto por ser más bien mediocre (The Hank McCune Show de NBC, si lo necesitáis saber) el uso de las risas grabadas fue notado y comentado en las revistas del momento como una innovación con potencial y riesgo (al permitir también simular ovaciones, aplausas y suspiros de la misma forma). La adicción a la pista de risas fue inmediata, utilizándose hasta para espectáculos que sí tenían una audiencia «viva» pero que aún así no lograban ese punch especial. Incluso no de los shows más famosos de la época, I Love Lucy utilizaba este sistema para mejorar la reacción del público, utilizando risas grabadas para provocar mayores risas de la audiencia y, finalmente, del espectador en casa.
La era dorada de las pistas de risas fue en los años 60, cuando se descartaron finalmente las audiencias en vivo pero se mantuvieron las risas oficialmente por cuestiones de «tradición» (y, realmente, por cuestiones de marketing y rating).
El sistema de risas actual es una mezcla de la pista de risas tradicional, risas de una audiencia «viva» y el uso de la máquina de risas (literalmente, un organo que en las teclas y pedales tiene risas de acuerdo a volumen, sexo y edad de la audiencia).
Aunque en su momento se puede entender que se utilizaran estos dispositivos para asegurar la continuidad de lo que la gente esperaba de un programa hoy en día su uso continuado hasta nuestros días habla del bajísimo nivel en que las productoras de televisión tienen a su público. Considerándolos incapaces de reconocer un chiste si no hay alguien desternillándose de risa en los altavoces las ponen al grado que a veces es imposible escuchar lo que se dice en el programa y humillan simultáneamente a su público, a sus escritores y a sus actores.
Una serie cómica sin risas grabadas (por ejemplo, scrubs) logra que al tener que depender en buenos guiones y actuación el público tenga una mayor satisfacción al cazar los chistes y entenderlos.
Al margen: Algo no muy conocido es que la mayoría de los discos de risas utilizados hoy en día fueron grabados de adultos riendo en los años 50 y 60. Eso significa que, en su mayoría, cuando oímos una risa grabada en un programa cómico en la televisión estamos oyendo la risa de alguien que ha muerto, probablemente hace ya algún tiempo. Los fantasmas se ríen de nosotros y todo apunta a que seguirán haciéndolo por bastante tiempo en el futuro, cuando nuestros nietos vean programas en hiperrealidad virtual y oigan risas cuando algo gracioso pasa, sin que vean quien se ríe.